
Para ello apoyaremos la cabeza sobre una superficie de un objeto sin valor y con algo de dureza. Con esta posición vertical invertida, golpearemos la punta del clavo con un pequeño martillo hasta redondearla.
Es un truco básico de los carpinteros. Otra opción es crear un pequeño agujero, a modo de marca, con un taladro del diámetro igual o algo inferior al del clavo.